viernes, 8 de mayo de 2009


En estas últimas semanas hemos vivido una de esas transformaciones marketinianas de la denominación de algo que a priori no nos entraba muy bien por la vista o mejor dicho, por el oído. No dejaré nunca de sorprenderme lo fácil que és "engañar" al ser humano o la capacidad que tiene éste para transformar la realidad a su conveniencia, a su propia realidad. Si hace unos años o meses esos fondos de inversión que te ofrecían los bancos (que se sustentaban en viviendas de 50m2, 4º sin ascensor y totalmente sobrevaloradas), con una rentabilidad supuestamente estupenda, adoptaban nombres como Fondo Estratégico de Crédito Estructurado de Alta Gama, o el fondo Optimal del Santander (que luego resulto estar gestionado por un broker llamado Madoff) hoy nos sucede lo mismo con la gripe porcina. Me estoy refiriendo a cómo cambia la manera de llamar las cosas por su nombre en función de los intereses económicos del mercado.

Desde luego, qué poco glamour tiene contraer una gripe porcina y es que ¿quién desearía estar infectado por una gripe que viene del cerdo? además de pasarlo mal con sus síntomas, parece que vamos a empezar a gruñir como un cerdo de un momento a otro. Y no sólo eso, es que si la gripe viene del cerdo, voy a empezar a dejar de consumir cerdo, al menos durante un tiempo. No pasa nada, la maquinaria del marketing se pone manos a la obra y el primer paso por supuesto, es cambiarle el nombre a la gripe porcina. Vamos a llamarle como técnicamente se le llama: H1N1. ¿H1N1, ezo qué eh lo que eh? Olvídalo, mejor Gripe de tipo A, y ya está. Ale, a comer cerdo.